miércoles, 8 de junio de 2016

Rosenda; literatura de la revolución mexicana.

Rosenda es quizá la mayor obra realizada por el lustre escritor michoacano José Rubén Romero. La novela (considerada por algunos cuento largo), se encuentra escrita con una narrativa sencilla. Evade la utilización de palabras difíciles y se centraliza en humanizar el lenguaje de los personajes.

Héctor Ceballos Garibay, Doctor en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México, nos dice en José Rubén Romero Flores y la Novela de la Revolución Mexicana,[1] que el trabajo del literato michoacano forma parte de la corriente de escritores que comenzaron a abordar los tópicos de la guerra de revolución en México. En su ensayo, Ceballos Garibay afirma que dentro de este tipo de escritos encontramos a los autores exponentes de la “Novela de la Revolución Mexicana”.

En estas obras vemos similitudes que los entrelazan de forma indiscutible. Como su nombre lo indica, están ambientadas en espacios revolucionarios o post-revolucionarios de México, asimismo, en términos narrativos también se asemejan. Héctor Ceballos asegura que “son textos realistas, lineales, episódicos, sustentados en argumentos sencillos, cuyas 3 tramas giran en torno de vivencias autobiográficas o en un rico anecdotario que busca apegarse a los hechos históricos.”



Teniendo estas tres características y siendo conocedor del origen de José Rubén Romero (nació en el Michoacán rural) no es difícil suponer que sus creaciones buscarían representan su entorno, alejándose de la fantasía y ahondando en la representación rural de un país en la revolución. Rosenda, que fue su última obra, es quizá el ejemplo más claro del Michoacán durante el primer gran movimiento social armado del S. XX.

Aunque la historia inicia con una atemporalidad de espacio y tiempo, pronto se comienzan a realizar catáforas referentes a la vida rural de México. “Yo no era cura, ni presidente Municipal, ni médico” escribe Romero Flores haciendo una clara alusión a las figuras con mayor autoridad dentro del entorno rural que se desarrolló a principios del S XX en el país.

La historia de Rosenda empieza cuando un abarrotero se dirige a pedir la mano de la joven a una comunidad aislada de Michoacán. Un zapatero le pidió el favor. Al concretar su encargo, el abarrotero es testigo de cómo la familia destierra de su casa a la joven por haber ocultado el noviazgo. La mujer llamada Rosenda decide acompañar al hombre hasta su pueblo (Tacámbaro) al verse sin opciones. Sin embargo, al regresar, ambos se topan con que el viejo prometido de la joven se marchó. A partir de estos conflictos, se desarrolla la trama de la obra.

Así pues, el texto refleja la vida de un Michoacán rural y se aleja de las obras de fantasía que permearían la literatura mexicana de las décadas posteriores. En Rosenda nos encontramos con la representación de un pueblo sacudido por una Revolución Mexicana que dio pie a saqueos y fechorías. Se muestra como la vida del país no era fácil, se pintan paisajes áridos y escenas pesimistas. “Los que se enferman se mueren. No tienen centavos pal médico ni pa mercar los remedios” nos dice Romero Flores en el segundo capítulo de la novela.

Aunque la creación de Romero Flores se aleja de casi todos los eventos políticos, el breve retrato de la vida de los campesinos y trabajadores vislumbra las precarias condiciones que vivieron. La ambientación de la situación del trabajador michoacano campirano queda plasmada en el encuentro con el carretero Miguel. “Pagarnos bien, no nos pagan. Pegarnos tampoco. Recebemos un cuarterón de máiz de ración y treinta fierros; hay pa gordas y frijoles.” Así se describen las circunstancias laborales de los peones rurales a mediados del S. XX en la novela.

El movimiento revolucionario es caótico en la obra del autor michoacano. “Decían que aquello era la Revolución, pero no había tal, era la inquietud de la Revolución en la ignorancia más completa de lo que fuera la Revolución. Hasta los poblados más pequeños solo llegaba aquello”. Aquí, nos narra como en varias en las comunidades michoacanas, se usó el estandarte revolucionario para encubrir fechorías en los pueblos. Se plasma como muchos dirigentes locales se escudaban bajo los tumultuosos tiempos de guerra para delinquir “Una horda satánica de fieras, con aspecto de hombres arrasó mi casa y mis bienes” afirma el texto.

Se nos describen la incertidumbre que varias de las localidades sufrían ante los constantes saqueos de varios caudillos bandoleros. “No había noche que no tuviéramos alarma en el pueblo; que si Cruzaley se acercaba; que si era Botello… Sonaba un tiro y ya estábamos todos corriendo”.

Las circunstancias descritas en el texto no se distancian mucho de la realidad. Eduardo N. Mijangos Díaz nos dice en El chavistmo y los movimientos de rebelión en Michoacán durante la Revolución[2] que en Michoacán, diversos grupos armados rechazaron la victoria y el mando de Francisco I. Madero, por lo que pasaron a convertirse en bandoleros para poder continuar con su movimiento armado. A decir de Mijangos Díaz, la descomposición social de la Revolución “provocó el desplazamiento de la población rural hacia centros de población más importantes e incluso hacia Estados Unidos”.

Asimismo es importante el aspecto etnográfico con el que se describe a la familia de Rosenda. Al padre de la joven, se le detalla como un hombre con “el aspecto de un capitán español de los que vinieron a hacer la América”. A la joven, se le representa como una mujer alta, parecida a su padre, con un largo cabello negro y grandes ojos azules. Michoacán pose un territorio con una vasta población aborigen, sin embargo durante el periodo de 1900 a 1930 el número de habitantes indígenas disminuyó de manera drástica, de 50 mil, quedaron cerca de 6 mil indígenas en la entidad[3]. El lamentable acontecimiento coincidió con la migración europea de la comunidad italiana a las áreas de la tierra caliente michoacana. Los asentamientos extranjeros quedaron manifestados con la fundación de la Nueva Italia, una comunidad creada por Dante Cusi un empresario italiano. En Las Utopías agrícolas de Michoacán[4] se dice que fue el extranjero quien adquirió las hectáreas para fundar las haciendas que pasarían a ser comunidades de la Tierra Caliente. Hay que recordar que Tacámbaro (lugar donde se desarrolla casi toda la novela) es considerado el “Balcón para la Tierra caliente”.

La figura de la mujer y su representación desde una perspectiva machista en la ruralidad, es clave dentro de Rosenda. En la novela, Romero Flores hace una comparativa dura pero contundente “¡Qué gente tan rara! Me dan a la muchacha como se entrega una res”. Asimismo continúa equiparándola con un mero objeto que se puede comprar o vender, entreviéndonos el poco valor que se le concedía al género femenino en los pueblos de la postrevolución, “Pueden devolver a la novia —agregó la hermana de Salustio— por falta de pago”. La mujer queda reducida a un animal para varios de los personajes “Mi compadre… aseguraba irrespetuosamente, que no se subía a otro animal que no fuese su mujer” narra el protagonista.
Además, la representación de la joven ideal (o la socialmente aceptada) queda descrita por Doña Pomposa en su encuentro con el protagonista “¡Ella es buena hacendosa y bonita!... Sin tener ninguna obligación, tiene la casa como espejo y hace de comer para las dos.” Con esta serie de oraciones el autor nos deja entrever la perspectiva social esperada para la mujer, es decir que debe ser buena en el hogar, sumisa y prudente.

La descripción del rol femenino durante el México rural a mediados mitad del S. XX no es lo único que se refleja en esta obra. Rallando la genialidad, Rubén Romero es capaz de plasmar de una forma particular la esencia de la feminidad campestre de Michoacán. Logra hacer esto mezclando los estereotipos de la mujer mexicana del campo con una individualidad que retrata el comportamiento de alguien de carne y hueso.

El personaje Rosenda es el ejemplo en texto vivo. El ensayista Rodrigo Martínez asegura en La dualidad de la decadencia[5] que la protagonista es “una síntesis de la provincia michoacana. Vemos a una persona noble y abnegada; una mujer que, a pesar de sus maneras recias, no pierde la lozanía característica de la adolescencia.” A decir de este autor el retrato vivo de Rosenda no solo ejemplifica un personaje real que es capaz de transmitir la humanidad mediante sus actos y descripciones, sino que también es “un arquetipo literario de los pueblos remotos de Michoacán. Ella encarna la tierra y la delicadeza”.

Rosenda es reconocida como uno de los grandes productos de la literatura mexicana moderna del S. XX. Sin embargo, lejos de su calidad narrativa también encontramos un importante legado histórico para entender cómo se veía a sí misma la gente que habitó durante los tumultuosos tiempos de la revolución. Esta gran obra maestra del literato michoacano es sin duda un texto imperdible para cualquier mexicano u persona que busque entender el convulsionado contexto del México revolucionario.




[1] Héctor Ceballos Garibay, José Rubén Romero Flores y la Novela de la Revolución Mexicana, Uruapan, Michoacán 2010.
[2] Eduardo N. Mijangos Díaz, Tzintzun; Revista de estudios Históricos. El chavistmo y los movimientos de rebelión en Michoacán durante la Revolución, Año 1994. Disponible en: http://tzintzun.iih.umich.mx/num_anteriores/pdfs/tzn19/chavismo_michoacan_revolucion.pdf
[3] INEGI: Censos de la Población de 1900 a 2010. Cifras manejadas en “http://spi.michoacan.gob.mx/datos-estadísticos”
[4] Alfredo Pureco Orleas, Las utopías agrícolas de Michoacán desde la colonia hasta el siglo XX: Una historia con tres momentos. Año 2004. Disponible en: http://revistabicentenario.com.mx/index.php/archivos/las-utopias-agricolas-de-michoacan-desde-la-colonia-hasta-el-siglo-xx-una-historia-con-tres-momentos/
[5] Rodrigo Martínez. Ensayo: La dualidad de la decadencia. Revista Punto de Partida. Año 2009. Disponible en: http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=224

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